10 Apolonio reunió gentiles y una numerosa fuerza de Samaría para
llevar la guerra a Israel.
11 Judas, al tener noticia de ello, salió a su encuentro, le venció y le
mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a la fuga.
12 Recogido el botín, Judas tomó para sí la espada de Apolonio y en
adelante entró siempre en combate con ella.
13 Serón, general del ejército de Siria, al saber que Judas había
congregado en torno suyo una multitud de fieles y gente de guerra,
14 se dijo: «Conseguiré un nombre y alcanzaré gloria en el reino
atacando a Judas y a los suyos, que desprecian las órdenes del rey.»
15 Partió, pues, a su vez, y subió con él una poderosa tropa de impíos
para ayudarle a tomar venganza de los hijos de Israel.
16 Cuando se aproximaba a la subida de Bet Jorón, le salió al
encuentro Judas con unos pocos hombres.
17 Al ver éstos el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas:
«¿Cómo podremos combatir, siendo tan pocos, con una multitud tan
poderosa? Además estamos extenuados por no haber comido hoy en todo el
día.»
18 Judas respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de
unos pocos. Al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos;
19 que en la guerra no depende la victoria de la muchedumbre del
ejército, sino de la fuerza que viene del Cielo.
20 Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad con
intención de destruirnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y
hacerse con nuestros despojos;
21 nosotros, en cambio, combatimos por nuestras vidas y nuestras
leyes;
22 El les quebrantará ante nosotros; no les temáis.»
23 Cuando acabó de hablar, se lanzó de improviso sobre ellos y Serón
y su ejército fueron derrotados ante él.
24 Les persiguieron por la pendiente de Bet Jorón hasta la llanura.
Unos ochocientos sucumbieron y los restantes huyeron al país de los
filisteos.
25 Comenzó a cundir el miedo a Judas y sus hermanos y el espanto se
apoderó de los gentiles circunvecinos.
26 Su nombre llegó hasta el rey y en todos los pueblos se comentaban
las batallas de Judas.
27 El rey Antíoco, al oír esto, se encendió en violenta ira; mandó
juntar las fuerzas todas de su reino, un ejército poderosísimo;
28 abrió su tesoro y dio a las tropas la soldada de un año con la orden
de que estuviesen preparadas a todo evento.
29 Entonces advirtió que se le había acabado el dinero del tesoro y
que los tributos de la región eran escasos, debido a las revueltas y
calamidades que él había provocado en el país al suprimir las leyes en vigor
desde los primeros tiempos.
30 Temió no tener, como otras veces, para los gastos y para los
donativos que solía antes prodigar con larga mano, superando en ello a los
reyes que le precedieron.
31 Hallándose, pues, en tan grave aprieto, resolvió ir a Persia a
recoger los tributos de aquellas provincias y reunir mucho dinero.
32 Dejó a Lisias, personaje de la nobleza y de la familia real, al frente
de los negocios del rey desde el río Eufrates hasta la frontera de Egipto;
33 le confió la tutela de su hijo Antíoco hasta su vuelta;
34 puso a su disposición la mitad de sus tropas y los elefantes, y le
dio orden de ejecutar cuanto había resuelto. En lo que tocaba a los
habitantes de Judea y Jerusalén,
35 debía enviar contra ellos un ejército que quebrantara y deshiciera
las fuerzas de Israel y lo que quedaba de Jerusalén hasta borrar su recuerdo
del lugar.
36 Luego establecería extranjeros en todo su territorio y repartiría
entre ellos sus tierras.
37 El rey, tomando consigo la otra mitad del ejército, partió de
Antioquía, capital de su reino, el año 147. Atravesó el río Eufrates
y
prosiguió su marcha a través de la región alta.
38 Lisias eligió a Tolomeo, hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias,
hombres poderosos entre los amigos del rey,
39 y les envió con 40.000 infantes y 7.000 de a caballo a invadir el
país de Judá y arrasarlo, como lo había mandado el rey.